Tras provocar la muerte de su primo en un duelo, Adrian Spence regresa a la mansión de Kealing en busca de un poco de paz. Sin embargo, el joven aristócrata ha colmado la paciencia de su padre y, en vez de consuelo, recibe la noticia de que será desheredado en beneficio de su hermano menor.
El despechado aristócrata se siente herido e indignado al descubrir la intención de su hermano de desposar a Lady Lilliana Dashell. Y Adrian, sin pensarlo dos veces, decide cobrarse su revancha, presentándose ante la familia de la muchacha con una oferta de matrimonio que resulta imposible de rechazar. Consumada la venganza, Lord Albright se cree victorioso. Pero se equivoca. Lilliana no es una mujer cualquiera. Y, por primera vez, el orgulloso caballero sabrá lo que es sentir... un verdadero amor.
UN SUEÑO IMPOSIBLE...
Fantasiosa, con anhelo de aventuras y amante de montar a caballo, Lady Lilliana Dashell constituía un verdadero dolor de cabeza para su madre. Cierto era que el comportamiento de la impetuosa muchacha distaba mucho del esperado de una joven aristócrata. Pero, también, sus avanzados veintidós años, y la ruina de su familia, no la convertían en un buen partido como casadera.
Su destino dependía ya del primer noble que tuviera la bondad de tomarla como esposa. ¿Y quién, en su sano juicio, hubiera imaginado que éste sería Lord Albright?... El caballero más apuesto y varonil de toda Inglaterra.
... Y EL CAMINO DE UNA VENGANZA
Rico, valiente, jugador y mujeriego, Adrian Spence, Lord Albright, era la envidia de todos los jóvenes caballeros ingleses y el sueño de todas las jóvenes aristócratas. Y si bien no pocos le consideraban un verdadero granuja, nadie cuestionaba la osadía de su carácter y el magnetismo de su clase.
Por ello, nadie acertó a explicar tampoco los motivos para su sorpresivo enlace con Lady Lilliana Dashell. Sin duda, un partido muy por debajo de sus posibilidades.
Aunque una pieza fundamental en el terrible desafío que Lord Albright había decidido asumir. Una determinación sin miramientos y marcada por el ánimo de revancha.
Adrian Spencer, Lord Albright tras perder en un duelo a su primo Philip regresa a Kealing buscando consuelo junto a su padre y hermano, pero lo que encuentra es que el primero lo ha desheredado en favor de su hermano. En represalia pide en matrimonio la mano de la joven por la que se siente atraído su hermano pequeño, Lilliana Dashel.
La novela comienza bastante fuerte, nuestro protagonista tiene un duelo con su primo y mejor amigo Philip y éste resulta muerto. Adrian se siente culpable y no es para menos, ni siquiera sus mejores amigos Julian Dane y Arthur Christian (los otros dos integrantes del grupo de calaveras) son capaces de darle consuelo. Así que Adrian se desplaza al lugar que siempre ha creído su refugio aunque allí se tenga que encontrar con un padre que lo desprecia y un hermano gobernado por su progenitor por el que ya no siente nada.
En Kealing encuentra rechazo, su padre lo ha desheredado y Adrian decide vengarse convirtiendo a Lilliana Dashel, la mujer de la que está enamorado su hermano Benedict en su esposa.
Adrian es un conde bastante orgulloso, forma parte del grupo de los calaveras junto a Julian, Arthur y Phillip, éste último fallecido y por el que nuestro protagonista se siente que pudo haber evitado la tragedia. Su padre lo rechaza y su hermano se esconde tras la figura paterna y el dolor hace que se comprometa con una mujer que no ama y que considera una palurda. Por todo ello tendremos una historia de amor que se va a cocer a fuego lento, nuestro protagonista no cae rendido nada más ver a la joven, con poco mundo, pero con mucha alegría y vitalidad y que siente un amor platónico por Adrian. Éste al principio tratará a Lily con la correcta cortesía pero sin ninguna emoción por la mujer con la que se ha casado. Hay algunas partes en la historia en las que Adrian trata a Lily como si fuera poca cosa, con desprecio pero me ha encantado ver como ella con su energía y simpático carácter hace ponerse de rodillas a Adrian.
La historia ha estado muy entretenida, creo que ha tenido de todo un poco: venganza, traiciones, amor, secretos y un final de esos que te ponen en tensión. La autora ha sabido traernos una historia bastante intensa, con mucha pasión y conmovedora, esta vez no tengo quejas.
Los personajes principales han tenido una evolución palpable a lo largo de la novela, tanto Adrian como Lily aunque es más que evidente en el primero.
Adrian es un hombre hecho a sí mismo, conocido calavera junto a sus otros amigos de los que tendremos sus propias historias, es muy orgulloso, pero su trato correcto con Lily no lo salvan de que la joven lo ponga en su sitio. Así que poco a poco Lily con su alegría, entusiasmo, el amor e incluso devoción que siente por Adrian hacen que poco a poco caiga rendido ante una mujer que lo quiere con sus cosas buenas y sus cosas malas y Adrian descongele su corazón y de a mostrar sus sentimientos sin miedo.
Lily es bastante joven e ingenua pero ella sí está enamorada de Adrian desde que era pequeña, piensa que su matrimonio es un regalo, se casará con el hombre que ama y podrá ser libre, pero nada es lo que esperaba y debe lidiar con un hombre que la ignora. Así que la dulce Lily se transforma en una mujer valiente y decidida, con mucha picardía e ingenio intenta descongelar el corazón de su marido.
La relación entre Adrian y Lily ha tenido mucha química, me ha gustado que su enamoramiento no fuera instantáneo, me ha encantado ver como se enamoran poco a poco y como Adrian tiene que comerse sus palabras. Los encuentros apasionados, los enfrentamientos y las declaraciones de amor.
En cuanto a los personajes secundarios creo que todos han estado bien caracterizados, tenemos a los famosos granujas Julian y Arthur, al odioso hermano Benedict y al padre que no se queda atrás. Me han gustado las subtramas.
En general, la historia me ha gustado, pienso que tiene todo lo que busco en una novela sin partes aburridas, cada cosa en su momento justo, unos buenos personajes y un final muy bonito. Espero que las siguientes historias estén a la altura de esta. Cruzaré los dedos.